A veces los sentimientos nos pueden. Nos confunden. Nos llevan a creer que el camino correcto es el que nos reporta más sufrimiento, y no es así. A ella le ocurrió eso. Pero el tiempo, al que siempre había considerado en el otro bando,le ayudó esta vez. Deshizo los nudos. Bajó la intensidad de la culpa y el miedo. Disipó la bruma. Le abrió los ojos.
¿Para qué dejar la puerta entreabierta? Ya eran cinco años los que había vivido atada a esa historia, a sentimientos. ¿No era hora de ponerle un punto y final a todo aquello? ¿No era hora de ser feliz? ¿De entender que ella era mucho más que aquella historia, mucho más que sentimientos? Que las cosas pasan por algo. Que lo había intenado. Que luchó. Que él no volvió a por ella, y que era hora de cerrar la puerta a que lo hiciera algún día. Cerrar la puerta y empezar de nuevo, y esta vez sin pasado. Sin ataduras. Sin él. De cero, de cero de verdad. ¿Era cierto? ¿Quizá aquello había ocurrido para que pudiera librarse de todo aquello? Tal vez tenía que explicarle a sus sentimientos que no era desdicha sino fortuna lo que le tocaba sentir en ese momento.