La paciencia nunca me
ha conseguido engañar, pero prometí ser fuerte. Me juré no rendirme aunque
desesperara, aunque sangrara sin recordar el motivo y el nombre de la herida.
El camino es largo, pero no puedes parar
ahora, aunque estés cansada. Y tampoco puedes correr aunque quieras, porque
entonces volverás atrás.
Llevaba poniéndole excusas a aquel café desde principios de
verano. Y no es que no quisiera su compañía, es que no quería su verdad. Había
podido engañar al resto, ¿pero a ella? No, a ella no, a ella sabía que no. Así que,
como esperaba, después de los dos besos, el abrazo y el cappuccino me dijo sin
piedad:
-
- No tuviste cojones a reconocer que te importaba
en su momento y ahora no los tienes para reconocer que lo echas de menos. Pero
lo echas de menos. Dime que no esperas que vuelva. Dime que no estás haciendo
todo esto porque desde que él se ha ido nada te importa.