miércoles, 21 de septiembre de 2011

Otoño

Y a pesar de que ya lo había visto venir, y aunque lo había entendido mucho antes de aceptarlo, no pudo evitar que doliera.
El sentimiento que sabía a nada tras aquel predecible final se transformó en una molestia en el pecho al despertarse la mañana siguiente.

Y no intentó echarla, no se esforzó lo más mínimo, quizá porque sabía que era lo mínimo que le podía suceder. A veces intentaba olvidarse de ella, otras, simplemente, luchaba por no dejarse arrastrar por sus pequeñas pero punzantes embestidas y romper a llorar en su nueva realidad sin él.

La melancolía tardó poco más en dejarse ver y recordarle que ella ya sabía de antemano que su barco no llegaría a puerto y sin embargo se subió a él.

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