Los planes que brotaron de la nueva esperanza arrojan sin querer vinagre en las heridas cada vez que piensas en él. Y te preguntas por qué. Aún te preguntas por qué... Casi es más vieja vuestra historia que tú. Y el mismo patrón que os separó sigue estructurando todos los capítulos, tiñéndolos de monotonía y desesperanza. Ya deberías conocer el porqué; te duele en el alma cuando te sientas frente al fuego y esperas el giro final, el perdón del destino. Despertar un día y que vuelva a ponerse de tu parte y te devuelva a aquella noche cuyo recuerdo ahora no supone sino más vinagre sobre heridas en carne viva.
Es tan curioso como estúpido. Es el porqué el causante de ese agudo dolor, lo único claro de todo esto, y sin embargo, esa pregunta sigue agolpándose en tu garganta y arañándote el alma.
Formularse durante mucho tiempo esa pregunta es la peor de las torturas y sin embargo nos resulta inevitable. A veces necesitamos estar tristes y seguir haciéndonos daño para hacernos más fuertes. Es algo casi involuntario embrollarnos con ese harakiri emocional, pero gracias a Dios creo que en algún momento acabamos resucitando.
ResponderEliminarEscribes muy bien :)
Un saludo!