Las luces nuevas le hacían daño en los ojos, y entornarlos o intentar protegerse con su mano derecha no servía absolutamente para nada. Quizá era hora de rendirse. Quizá lo había sido antes incluso de haber empezado, y sin embargo no pensaba hacerlo nunca. Aun tan lejos de cualquier punto de referencia que pudiera servirle para salir de allí se negó a volver. No. Había tomado una decisión y no iba a echarse para atrás solo porque tenía miedo. No iba a rendirse antes de que llegara el final, como hacía siempre.
Si él sufrió tanto por ellos y nunca se rindió, ella tampoco lo iba a hacer por un poco de miedo que le estrujaba el estómago.
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