martes, 18 de octubre de 2011

"...y que nunca más se abra."


 Borrar las huellas de tus confesiones en un trozo de papel es sencillo y, además, se ha convertido ya en un impulso casi instintivo. Hacer desaparecer todas las palabras que atestiguan que aunque todo va mejor, a veces al levantarte el mundo se te echa encima, y que te da miedo cualquier cambio inesperado que desestabilice el estado neutral que vas construyendo. Hay que eliminarlo todo por si te lo tomas en serio, o por si en un futuro vuelves a recordar como dolía al releerlo. Es como cerrar la puerta a ese sentimiento que ahora te escuece para que si algún día te topas con ella no corras el riesgo de conseguir abrirla. Ya no es olvidarle a él, es olvidar que volviste a mentir, a esperar, a ganar, a confiar, a perder, a hacer locuras, a soñar, a amar…Es olvidar que algún día tuviste planes de futuro que solo tú compartías. Es olvidar que volviste a creer en el amor, que volviste a darte a los demás sin esperar nada a cambio…Sí, es un intento desesperado por acelerar la posibilidad de que puedas olvidar para siempre que no sirvió para nada.

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