domingo, 24 de marzo de 2013

Recelo.


Pero no se fue. Se quedó observándola.
La observó mientras ella no quería mirarle. No quería mirarle porque intentaba mostrar una indiferencia que en realidad no sentía. 


Solo estaba esperando que se fuera para volver a hurgar en otra herida. En una más profunda y vieja en la que ya no había que hurgar. Hacerlo había perdido el sentido, y ella el sentimiento. Pero lo haría con tal de lograr así olvidarse de la nueva, la que él le dejaría cuando aceptara cumplir su disposición. 

“Quiero que te vayas” había dicho. Pero él sabía que no era verdad. No del todo. Solo a medias. Solo a medias porque, en realidad, lo que la chica quería decir era que, puesto que estaba segura de que no se iba a quedar para siempre, se fuera lo antes posible. Quería creer que así la nueva herida no sería tan profunda como tantas otras.


Prefería, a poder ser, un poco más de tiempo antes de que le volvieran a romper el corazón.

Prefería dejarlo marchar ahora que tener que verlo mientras lo hacía dentro de un tiempo.

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