domingo, 15 de enero de 2012

Vinagre en las heridas.

Los planes que brotaron de la nueva esperanza arrojan sin querer vinagre en las heridas cada vez que piensas en él. Y te preguntas por qué. Aún te preguntas por qué... Casi es más vieja vuestra historia que tú. Y el mismo patrón que os separó sigue estructurando todos los capítulos, tiñéndolos de monotonía y desesperanza. Ya deberías conocer el porqué; te duele en el alma cuando te sientas frente al fuego y esperas el giro final, el perdón del destino. Despertar un día y que vuelva a ponerse de tu parte y te devuelva a aquella noche cuyo recuerdo ahora no supone sino más vinagre sobre heridas en carne viva.

Es tan curioso como estúpido. Es el porqué el causante de ese agudo dolor, lo único claro de todo esto, y sin embargo, esa pregunta sigue agolpándose en tu garganta y arañándote el alma.

martes, 10 de enero de 2012

La puerta estaba entreabierta

La puerta estaba entreabierta, y sin necesidad de entrar supo lo que se encontraría dentro: otro juego de la vida, otra esperanza que sería tan fugaz e inútil como su estancia allí dentro. No quería querer entrar y sin embargo quería. Y cuando en su mente tomaba una decisión, aunque fuera estúpida y sin sentido, no había más que hacer.

Abrió la puerta y la observó entonces, de espaldas, con aquel vestido de flores y sintió que había perdido. Sus delicadas manos recreaban en aquel viejo piano esa canción que hablaba de los dos, aunque ella no lo sabía. La música que llenaba la habitación impedía que la joven se percatara de su presencia y el miedo de él dar un paso más. Tragó saliva, apretó el puño y agachó la cabeza, disgustado consigo mismo.

Cuando fue a darse cuenta la música se había escapado por la ventana. Al levantar la cabeza y verla a ella, que le devolvía la mirada con la misma expresión de susto que él, supo que estaban solos y también, que aquella oportunidad que le había regalado la vida después de tantos años, se iría con él cuando pudiera recuperar la respiración y huir.

Pero entonces la pasión que sentían cada vez que estaban juntos lo envolvió. No podían dejar de mirarse. No podía mentirse a sí mismo diciéndose que le temía a algo más que a volver a dejar de verla durante tanto tiempo.

-          Cuánto tiempo- dijo ella, intentando disimular lo nerviosa que estaba.

Él rió, pero no tan fuerte como el destino, que había jugado con ellos hasta hacerles olvidar aquello que en ese momento parecía tan claro.

-          ¿Crees que fue una prueba? – preguntó él.

Ella tardó mucho en contestar, le sorprendió que por fin se acabara el teatro y dijeran lo que pensaban.

-          Si lo fue, no la superamos- dijo al fin con un halo de tristeza en la voz.

-          Yo también lo pensaba, pero estamos aquí, ¿no?

La esperanza que no quiso sentir hizo que temblara todo su cuerpo.
Él dio un paso más, quedando a tan solo un par de metros de ella.

La chica se levantó lentamente y le preguntó al chico lo que se preguntaba a ella misma desde que se había dado cuenta de su presencia:

-          ¿Por qué esta vez será diferente? El tiempo hará que lo olvidemos, o que lo queramos olvidar…

-          Puede que esta vez ya hayamos aprendido que de nada sirve- apuntó él, y entonces desafió la distancia y los planes que había entre ellos y tomándola de la cintura la besó.