lunes, 24 de febrero de 2014

El juego

Nadie nunca nos enseñó las normas. Nadie nos habló jamás del premio. Pero, ¿es que acaso nos importaba? Nacimos para jugar y en el momento en el que la música y las luces nos presentaron empezó la batalla para la que nos habíamos preparado sin saberlo. A nosotros lo que nos gustaba era eso: jugar a tener cinco años. Jugar a no preguntar por qué. A hacernos daño para luego hacer las paces. A vivir en un continuo tira y afloja. 




Que sí, que lo sé, que tú también lo sabes y que todos los que han podido vernos en la misma estancia lo tienen claro. Clarísimo. Cristalino. No he conocido a nadie que le guste el juego tanto como a ti, y dudo que tú hayas encontrado a alguien que se tome los retos tan a pecho como yo. Aún sabes perfectamente cómo tenerme contenta y cómo hacer que quiera matarte. Nadie me sabe tocar las narices tan bien como tú. Apúntate ese tanto, que sé que aún te hace sonreír.

Nunca me he divertido tanto con alguien. Y ahora sé que a pesar de los cuchillos en el aire: estábamos bien. Estábamos bien explotando los últimos coletazos de la edad del pavo. Estábamos bien disimulando que disimulábamos. Estábamos a una ronda de admitir que preferíamos jugar en el mismo equipo... Y entonces llegó la vida. Y pisó tan fuerte que no pudimos hacer más que creer que podríamos abandonar la partida y salir silenciosamente por la puerta de atrás. Y aquí paz y después gloria. Ya. Claro... Sólo se nos pasó por alto que nosotros, aún sin querer jugar, jugamos sin querer. 


Supongo que ya sabrás el resto. Me costó aceptar que 
las reglas están para cumplirlas, y que hay cosas que no dependen de nosotros. De sobra sabes que llevar la contraria es parte de mi. Pero sin ti los cabezazos contra la pared dolían de verdad, y un día, sin querer, entré en razón. Así que no contesté a tus tirones de pelo y me tuve que comer las ganas de preguntarte qué tipo de discapacidad mental tenías. Y lo hice porque sabía que sólo bastaba una simple chispa para que ardiera todo de nuevo, y que quizá esa vez no hubiera nada que pudiera o quisiera apagarlo

viernes, 7 de febrero de 2014

Los 21

Tienes razón. No quiero crecer. Quiero esto. Quiero lo que tengo ahora: tomarme los problemas a risa, los chupitos de dos en dos y las decisiones importantes echarlas a suertes.


Quiero decidir los domingos si seguir el camino que debo o el que no me conviene pero aun así quiero. Y quiero elegir el que debo pero acabar en el que quiero, como quien no quiere la cosa. Quiero crear el caos por donde paso. Quiero seguir encontrándome en mi desorden. Quiero ser la última en abandonar el barco. Quiero que no te ahogues dentro de ti. Quiero los finales estrepitosos que anuncian el principio de las grandes historias. 

Quiero mis ganas incontenibles de salir corriendo cada vez que las cosas se ponen feas. Quiero volver al rato dispuesta a ir a la guerra, aunque sepa que me coserán a balazosQuiero empezar la partida como si no fuera conmigo y terminar tomándomela más en serio que mi propia vida. Quiero no entenderlo y no querer entenderlo. 

Quiero que tu miedo no me de miedo. Quiero la revancha sólo si tú no la quieres. Quiero que la vida te dé una vez más la oportunidad de encontrarme esperándote. Y quiero no esperarte mientras te espero. Quiero creer que todo acabará bien. Quiero que se calle el silencio. Quiero que vuelvas a poner mi vida patas arriba. Quiero que sigamos sin tener claro si matarnos a golpes o a besos. Quiero buscar la paz y acabar liderando la tempestad. Lo quiero todo y no quiero nada.