martes, 2 de octubre de 2012

Lisboa

¿Y quién ha nacido enseñado? ¿Quién ha conseguido contentar a todo el mundo? ¿Quién logró aprender sin haberse equivocado primero? Aun no ha puesto sus pies en la tierra.
 Todo había cambiado en los últimos años, pero en los últimos meses más que nunca. La vida se burló de sus historias, derrumbó los pilares y eliminó los cimientos. Después de haber condenado el tiempo se entretuvo acelerando el final. 
Y era ahí donde se encontraba. En el final. En el final de algo, en el final de todo. Y eso quiere decir que también se encontraba ante un principio. Un principio que no acababa de arrancar porque aún no se había despedido de aquel final, no de verdad. Quizá por falsa obligación. Quizá por verdadera costumbre. Esa costumbre tan nuestra de sufrir, de esperar, de añorar. Esa costumbre de entretenerse con el por qué, de intentar endender lo que no se entiende, la vida.
Y si en algo estará de acuerdo conmigo es que la vida no se entiende, se vive. Y esa era la promesa de aquel principio. Vivir. Y pensando aquello creyó de verdad que quizá Dios, después de todo, solo quería ayudarla a recordar aquello. Quizá de verdad lo mejor estaba por llegar.