jueves, 22 de agosto de 2013

Agosto



La paciencia nunca me ha conseguido engañar, pero prometí ser fuerte. Me juré no rendirme aunque desesperara, aunque sangrara sin recordar el motivo y el nombre de la herida.

 El camino es largo, pero no puedes parar ahora, aunque estés cansada. Y tampoco puedes correr aunque quieras, porque entonces volverás atrás.

Llevaba poniéndole excusas a aquel café desde principios de verano. Y no es que no quisiera su compañía, es que no quería su verdad. Había podido engañar al resto, ¿pero a ella? No, a ella no, a ella sabía que no. Así que, como esperaba, después de los dos besos, el abrazo y el cappuccino me dijo sin piedad:
-        
         -  No tuviste cojones a reconocer que te importaba en su momento y ahora no los tienes para reconocer que lo echas de menos. Pero lo echas de menos. Dime que no esperas que vuelva. Dime que no estás haciendo todo esto porque desde que él se ha ido nada te importa.

jueves, 15 de agosto de 2013

Te vi



Yo te vi. Todos lo vieron. Incluso tú, a veces, lo veías. 

Te vi llorar cada noche. Te vi aferrada a esos recuerdos con todas las fuerzas que te quedaban. Una y otra vez. Volvías a aquel verano, volvías a no entenderlo.

Te vi aquella Nochevieja, llorando sin parar una vez más. Te vi pactar con tu orgullo que sería la última vez que lo harías. 

No lo cumpliste, pero cambiaste. 

Te embarcaste en todos los barcos que llevaban a ninguna parte, pero que te mantenían lejos durante un tiempo. Conociste los vicios, el fondo de los vasos y los amaneceres. 

Yo te vi. Todos lo vieron. Incluso tú, a veces, lo veías. 

Con todas tus locuras desafiabas a lo que un día fuiste. No podías perdonarte. Aquella chica que no se merecía lo que le pasó. Alejarte de ella era tu objetivo. 
Yo te vi. Todos lo vieron. Incluso tú, a veces, lo veías.

Y así con cada estupidez, con cada paso que te alejaba de aquella chica, gritabas en silencio que necesitabas parar, que necesitabas que algo te parara.

Porque lo necesitabas. Así que chocaste con la pared una y mil veces, provocaste a la vida, lo buscabas. Buscabas un golpe que te dejara sin sentido.

Y aquella noche, en aquel coche, por fin lo tuviste. Alguien te paró, y fuiste tú misma.

Nadie puede hacernos tanto daño como nosotros mismos. Quizá era eso lo que necesitabas aprender, quizá era eso lo que necesitabas recordar.