martes, 11 de diciembre de 2012

Amnesia

Finales de Octubre. El frío se empezaba a asomar. Pero era solo un atisbo de lo que vendría. La lluvia, de vez en cuando, se pasaba por la capital. Aquella mañana, de hecho, avisaba de una próxima visita, por eso ella llevaba paraguas.
Por suerte a esas horas tan tempranas el agua aun estaba dormida entre las nubes negras que tapaban el cielo. Así que la muchacha podía correr con sus botas de agua sin tener que controlar también su paraguas y esquivar el de los demás. Eso fue sin duda el factor decisivo que le ayudó a colarse dentro del circular antes de que este cerrara sus puertas.
Después de dos paradas de pie que le ayudaron a recuperar el aliento el tránsito de gente le hizo un hueco en uno de los asientos de la parte de detrás del vehículo. Se sentó al lado de la ventana y apoyada sobre ella intentó controlar su sonrisa. Qué bonita era la capital. Cómo le gustaban sus calles, sus gentes, su juego…
Cuántas cosas prometía, qué lejos dejaba todo lo demás. Ya casi ni le dolía, ya casi ni recordaba su cara…
Se despertó, sobresaltada. Estaba todo oscuro, como los recovecos de su memoria dañada. Había un olor extraño que se mezclaba con la ausencia de luz. Olía a desasosiego, a confusión, a lejos. Era un olor que desataba su miedo, y su miedo agitaba su respiración. Respiraba tanto y tan costosamente que le daba la sensación de estar ahogándose.
Palpó a su alrededor. Estaba sobre el frío suelo, en una manta raída, rodeada de pobreza. Ya lo recordaba todo: el accidente, el poblado, el doctor Pérez… ¿Dónde estaba? ¿Y su ciudad? ¿Por qué el sueño parecía más real que todo aquello?
-          ¿Está bien señorita? – Una niña con una vela y acento sudamericano vino a salvarla. A recordarle que no recordaba nada. No recordaba quién era, no recordaba de dónde era…
-          Daniela…yo…he soñado…he visto…una ciudad…
-          Está muy alterada señorita. Ha sido solo una pesadilla.
-          No, no…no era un sueño, era un recuerdo- balbuceó.
La niña se acostó a su lado, la tomó de la mano y apagó la vela.
Cerró los ojos y encerró dentro sus lágrimas. Era real. Era real…esa ciudad que alguna vez la salvó estaba intentando hacerlo de nuevo.
Intentó volver a su sueño, continuar en ese autobús tan nuevo y recordar quién era. De dónde venía. A quién no quería recordar aquel día en aquella ciudad, y conseguir así saber algo de su vida, de la de verdad. ¿Cómo era que se llamaba la ciudad? Lo sabía en el sueño, y ahora le costaba mucho recordarlo.

jueves, 29 de noviembre de 2012

El ruido y las luces

Solemos resistirnos a la verdad. Miramos hacia otro lado, como si no nos hubiésemos dado cuenta de que está ahí, dejándose la voz gritando nuestro nombre. Y en verdad es cierto aquello de que “la verdad nos hará libres”.
Qué curioso. Nos empeñamos en hacer las cosas difíciles, siempre.
No tengo nada que perder. Nunca lo tuve. Y aunque me daba miedo aceptarlo ahora soy libre. Libre para correr. Para pararme. Para reír. Libre para no sentirme lejos, para no sentirme culpable. Libre de olvidarte. Libre para seguir, para saltar el muro y escapar. 
Libre para creer que hay historias mejor que la nuestra, con finales que merecen la pena y amores que no se rinden antes de haberlo intenado.
Libre para ser más fuerte que mis miedos. Y volver, volver a por ti. Confesarte todo lo que me está matando. Libre para volverme a ir. Libre para dejarte atrás.
Después de tanto tiempo acabo de encontrar la puerta, pero tengo la cabeza apoyada en ella y estoy apunto de cerrarla. Después de tanto tiempo pienso que quizá todos tenían razón, quizá no merezca la pena.
No tengo nada que perder, ya lo perdí cuando estaba apunto de tenerlo.
Y si me sigo empeñando en pensar que aún lo tengo, o lo que es peor aún, que algún día lo tuve, me estoy engañando. Y si me sigo engañando sigo anclada en el mismo punto. Y si sigo en el mismo punto estoy retrasando la cita que sin saber tengo con lo que me está esperando.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Berlín

 No quiero olvidarte del todo, y por eso aún no te has ido.
De nada me sirvió marcharme tan rápido si en vez de cerrar la puerta de un portazo la dejé abierta de par en par. De nada me sirvió intentar convencerme de lo contrario si lo que más quería era volver. De nada me sirvió marcharme si, de todas formas, tú te montas en los autobuses que me llevan a casa. Te cuelas en los trenes que me devuelven a la realidad y te dejas ver en los aviones que me llevan a otros países.
Haces todas esas cosas para luego no encontrarte cuando yo te busco, para obligarme a inventarte. Y haces todas esas cosas porque yo te lo permito. ¿Y cómo no hacerlo? La razón no es la costumbre, ni siquiera ese punto autodestructivo de mi forma de ser. La razón ya te la he dicho al principio: no quiero olvidarte.
Y esto no es nuevo. Siempre hemos estado así. Tú revoloteando a mi alrededor, compinchado con mi imaginación, por muy lejos que yo haya decidido irme. Yo, mientras tanto, escondida en contra de mi voluntad, esperando el momento perfecto para irrumpir en tu vida de nuevo, para trastocar tus planes, atrapar tu alma y cambiar la historia.
Porque no me atrae la idea de jugar a ser mayor si eso supone aferrarme a mi orgullo y seguir creando una montaña de mentiras que me aplaste y me haga esclava de mí misma. Porque nunca es tarde para pedir perdón. Porque yo nunca te confesé que yo también estaba loca por ti. Aun no te he dicho cómo me dolió cuando te fuiste. No te conté las verdaderas razones que me hicieron enfadarme tanto aquella última noche.
Por que tú también creerás que si no hice nada fue porque no me importabas lo suficiente. Creerás que ya no quiero verte, y no deseo más que hacerlo. Pensarás que eres el único que me busca, y yo estoy perdida de tanto hacerlo. Tú también tienes razones para pensar que te he olvidado, y la verdad es que ni siquiera lo he intentado.
Ahora intento enmendar el daño que nos ha hecho mi orgullo y tu miedo escribiéndote estas letras desde Berlín. Ya. Lo sé, lo sé... siempre estoy muy lejos. Pero por estar lejos he vuelto. Te quiero. No lo olvides, aunque no lo sepas. Pero lo sabrás. Acabaré confesándotelo. Aunque nunca te envíe esta carta ni mis dedos se atrevan jamás a marcar tu número, el Cielo está de nuestra parte, nunca ha dejado de estarlo.
No quiero olvidarte del todo, y por eso aún no te has ido.



martes, 13 de noviembre de 2012

Gris.

-          ¿Qué me dices del miedo? ¿Lo conoces? Y  no me refiero al miedo del que está infectado el mundo. Hablo de uno diferente. De un miedo especial. Hablo del miedo valiente, no del cobarde. Me refiero al tipo de miedo que hace que aunque quieras mucho algo seas capaz de dejarlo ir. De ese miedo te hablo. ¿Lo conoces?
-          He oído hablar de él…
-          Yo creo que…lo conozco-. Se tragó el dolor y prosiguió:-  Sí, claro que  lo conozco. Y es por eso que vengo a ti. Necesito desesperadamente una cura, o quizá sea mi egoismo quien la necesita. Porque sin duda es una esperanza egoista la que me pide que ese miedo se rinda al corazón, que se tire al abismo para que yo pueda morir en él.

jueves, 8 de noviembre de 2012

“Dios permite el mal porque de él saca grandes bienes”.

Siempre estoy igual: a puñetazo limpio con el tiempo. Y, ¿a quién quiero engañar? A mí misma ya no. No hay mentira que merezca más el adjetivo de cobarde que la que nos contamos a nosotros mismos.
Es verdad. Yo vendería mi alma por poder volver atrás. Haría lo que fuera por poder arreglarlo, por volver a ese momento en el que se torcieron las cosas. Pero las reglas son las reglas. El tiempo no perdona a nadie. La historia no la escribo yo.
Y aunque lo entiendo no puedo pasar página porque creo que aún no está todo perdido. Tú también lo sabes. Los dos nos esforzamos por olvidar cerrar la puerta.
Y aunque el orgullo se dejó comprar por el dolor y nos impidió volver a buscar la puerta con los ojos abiertos, aunque nos seguimos empeñando en hacerlo difícil, sé que aun a tiendas la encontraremos algún día.
Nunca llueve eternamente. Quizá necesitamos perdernos para volver a encontrarnos. Quién sabe, yo no. Pero sin duda Él sí, y Él nunca se equivoca. Así que lo dejo en sus manos y confío plenamente en que el escritor de esta historia nos devolverá la vista cuando aprendamos la lección. Que abriremos la puerta y nos encontraremos, que podremos seguir adelante, juntos o no. Que su plan es mejor que el nuestro.

martes, 6 de noviembre de 2012

Noviembre.


Por más que miraba una y otra vez por la ventana, más allá de la urbanización solo se veían las nubes negras de aquel día lluvioso. Nada más. No había indicios de que fuera a cambiar, y ella ya estaba harta de rogar que acabara el mal tiempo antes que sus vacaciones, así que buscó su viejo paraguas y le obligó a salir con ella.
Dejó atrás la vieja urbanización y se dirigió a la humedad que se respiraba en la Calle Mayor de su pueblo. Se entretuvo en los escaparates del centro, saltó algunos charcos y se encontró con recuerdos olvidados hasta que, como si de una casualidad se tratara, llegó por fin a la cita que sin saber tenía con la vida.
Dejó de llover, y cuando bajó el paraguas y levantó la cabeza se dio cuenta de que estaba de nuevo en aquel lugar. Aquel lugar que no parecía el mismo, que veía diferente. Era algo que quizá nadie hubiera podido percibir, pero ella, que se había sentido tan querida allí, no hubiera podido pasar por alto. Era el tiempo. Eso es lo que había cambiado. El tiempo, y ella con él. Aquel lugar ya no era tan suyo, y ella ya no era tan suya. Ahora se juntaba más con la realidad, los atascos de Madrid, el café por las mañanas, las duchas rápidas, el murmullo de la gente y los jueves en el parque de las tres fuentes.
Sonrió. Ya había encontrado su lugar y sin embargo se sentía como si volviera a casa. Como si algo que nunca terminó volviera a empezar.
Y así fue. Lo que se había atrasado durante tanto tiempo les hizo una encerrona. Antes de que pudiera reaccionar allí estaba él, sentado en la barra, tomando una cerveza con un amigo, o a punto de escupirla.
A la muchacha no se lo ocurrió nada mejor que decir, así que empezó con un “hola”. Él se levantó de un respingo y fue hacia ella, dejando a su amigo con más sorpresa que alcohol en el cuerpo. Le plantó dos besos e improvisó una conversación informal hasta que farfulló algo sobre salir a la calle para hablar mejor.
Pero para ella ya no tenía sentido. Le tomó las manos, y él se quedó helado.
-          Da igual. En su momento me dolió mucho, no podía entenderlo. Me torturé al extremo. Pero ya ha pasado el tiempo. No te guardo rencor. Espero que todo te vaya muy bien, y que encuentres a alguien que te haga querer estar siempre... Alguien que te haga jugártelo todo, y que te salga bien, y sino, que estés orgulloso de ello. Que reunas fuerzas pronto para volver a intentarlo cuando creas que merece la pena.
Él se quedó tan desconcertado como dolido. Fue un golpe bajo, pero ya había sufrido suficiente en aquellos meses, ya había entendido lo que no sabía antes. Había llegado el momento en el que el miedo a perderla para siempre era tan inminente que superó el miedo a sufrir. Así que contraatacó con un beso, uno que llegaba más tarde aun que sus disculpas.
La besó como la primera vez, sin que ella se lo esperara, sin que pudiera hacer nada. Sin que el miedo o el mañana pudieran impedirlo.
Así fue, antes de que los malos entendidos y el miedo pudieran seguir despellejándolos de dolor y alejarlos del todo, los dos jóvenes estaban comiéndose a besos, diciéndose lo mucho que se habían echado de menos, repitiendo lo tontos que habían sido, reprochándose lo mucho que le habían dejado pasar al orgullo y lo poco que habían permitido al valor.

martes, 2 de octubre de 2012

Lisboa

¿Y quién ha nacido enseñado? ¿Quién ha conseguido contentar a todo el mundo? ¿Quién logró aprender sin haberse equivocado primero? Aun no ha puesto sus pies en la tierra.
 Todo había cambiado en los últimos años, pero en los últimos meses más que nunca. La vida se burló de sus historias, derrumbó los pilares y eliminó los cimientos. Después de haber condenado el tiempo se entretuvo acelerando el final. 
Y era ahí donde se encontraba. En el final. En el final de algo, en el final de todo. Y eso quiere decir que también se encontraba ante un principio. Un principio que no acababa de arrancar porque aún no se había despedido de aquel final, no de verdad. Quizá por falsa obligación. Quizá por verdadera costumbre. Esa costumbre tan nuestra de sufrir, de esperar, de añorar. Esa costumbre de entretenerse con el por qué, de intentar endender lo que no se entiende, la vida.
Y si en algo estará de acuerdo conmigo es que la vida no se entiende, se vive. Y esa era la promesa de aquel principio. Vivir. Y pensando aquello creyó de verdad que quizá Dios, después de todo, solo quería ayudarla a recordar aquello. Quizá de verdad lo mejor estaba por llegar.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

Otoño.

A veces los sentimientos nos pueden. Nos confunden. Nos llevan a creer que el camino correcto es el que nos reporta más sufrimiento, y no es así. A ella le ocurrió eso. Pero el tiempo, al que siempre había considerado en el otro bando,le ayudó esta vez. Deshizo los nudos. Bajó la intensidad de la culpa y el miedo. Disipó la bruma. Le abrió los ojos.
¿Para qué dejar la puerta entreabierta? Ya eran cinco años los que había vivido atada a esa historia, a sentimientos. ¿No era hora de ponerle un punto y final a todo aquello? ¿No era hora de ser feliz? ¿De entender que ella era mucho más que aquella historia, mucho más que sentimientos? Que las cosas pasan por algo. Que lo había intenado. Que luchó. Que él no volvió a por ella, y que era hora de cerrar la puerta a que lo hiciera algún día. Cerrar la puerta y empezar de nuevo, y esta vez sin pasado. Sin ataduras. Sin él. De cero, de cero de verdad. ¿Era cierto? ¿Quizá aquello había ocurrido para que pudiera librarse de todo aquello? Tal vez tenía que explicarle a sus sentimientos que no era desdicha sino fortuna lo que le tocaba sentir en ese momento.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Septiembre.

Y entonces lo entendió. La tierra de por medio ya estaba puesta. El tiempo que pasaría sin verlo asegurado. El dolor, la rabia y la decepción los llevaba tatuados en la piel desde que el miedo de él rompió el corazón de ella. Los buenos momentos ya estaban de camino.  Pronto llegarían, la distraerían, lo meses se sucederían… Pero nada cambiaría de verdad si ella no le decía adiós a la esperanza de que él volviera a por ella algún día, en algún momento, por alguna razón, en algun lugar...

Tenía que apagar aquella torturada esperanza que no controlaba para encender una nueva y empezar de cero. Empezar de cero de verdad. Tenía que cerrar la puerta, y tenía que querer de verdad que nunca más se abriera. Era lo que más iba a costarle. Pero había recuperado las ganas de comerse el mundo que perdió hace tiempo, y no iba a hacerle ascos a aquel principio que estaba esperándola.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Creí que creyendo podría pasar. Pasó, si que es cierto, pero sin pasar.

-          Nos hemos equivocado demasiado…los dos- sentenció ella.
-          Tenía miedo – confesó él.
-          Yo también…mucho.
No quería empezar a llorar, y sin embargo no quería algo más que hacerlo Así que dijo como pudo:
-          Supongo que perdimos nuestra oportunidad.
-          Y entonces, ¿por qués cada vez que nos volvemos a encontrar…cada vez que te veo, vuelve a empezar?
Sabía que si levantaba la vista se echaría a llorar, así puso sus ojos en sus labios y luego su boca. Le dio el beso que agonizaba ya hacía tanto en su corazón y luego se marchó, dejando la puerta entreabierta y muriendo porque la próxima vez si que fuera su momento.

jueves, 2 de agosto de 2012

"...but you and i are gonna rise again."

Estaba acostumbrada a encontrar un compañero para su estado de ánimo, pero sin duda ese perfecto día soleado de julio no lo era. No, no lo era, y tampoco aquello. 


- ¿Ahora? - le espetó a la soledad de su coche, donde la velocidad y la música se peleaban por crear el escenario que necesitaba. 


¿Ahora? No, no tocaba ahora. Tocaba hace mucho tiempo, o dentro de mucho tiempo. Quizá nunca, o siempre. Pero, ¿ahora?
Su enfado subía a la vez que el volumen de la radio y los dos se negaban a dejar rendijas a la razón, la calma o la esperanza. Estaba enfadada, enfadada y dolida. 


Se había acabado. Ella lo había visto. O mejor dicho, ella no lo había visto. Por más que volvió durante meses a aquel lugar, a por él, a por ellos, a por aquel principio... Se acabó, se acabó.... Era algo imposible, una imaginación suya. Era algo que acabó cuando empezó, cuando salió el sol...


Y entonces, ¿por qué la puerta del bar se había abierto aquella tarde para que todo volviera a empezar? ¿Por qué él esta vez no pensaba dejarla escapar? Y, ¿a quién iba a engañar? Ella tampoco lo haría, se tragaría su miedo y sacaría las fuerzas de donde no las había, porque no pensaba irse de aquel mundo sin haber luchado por él.

jueves, 14 de junio de 2012

Irreparable

Solo tenía una oportunidad. Tan pequeña y gastada como aquella moneda de 20 céntimos que llevaba en uno de sus bolsillos. El único dinero que le quedaba. La única baza que podía servirle para llamar desde aquella cabina telefónica en medio de la nada. El único camino para volver a casa. Solo un momento de cordura tras aquellas semanas de locos hubiera bastado. Pero la chispa de la locura se cruzó en sus ojos jaspeados, y en vez de pensar en sus padres o su mejor amiga marcó su número, vendiendo así su salvación a cambio del perdón que tanto necesitaba.

Cada pitido fue una bofetada, un paso más hacia el abismo.

- ¿Sí? – sonó su voz al otro lado.

Y ella quiso decir tantas cosas que no supo por dónde empezar. Quiso decirle que lo sentía, que sentía haberse ido sin avisar, que lamentaba profundamente que su despedida fuera un portazo y su última caricia una discusión. Quiso decirle que no sabía porqué simplemente no podía quererle y confiar en él como se merecía. Decirle que se había arrepentido de cada día que había pasado tan lejos de él y de cada llamada que no le había contestado. Decirle que realmente no sabía por qué lo había hecho tan mal y le había hecho tanto daño si lo quería tanto. Decirle que lo entendía, que lo entendía de verdad, que sabía que se había ganado a pulso su odio y su desprecio.

Pero se dio cuenta de que una vez más su orgullo y su miedo no le permitirían decir la verdad y que su última oportunidad no serviría ni para volver a casa ni para que él la perdonara.

-          ¿Hola?- dijo de nuevo su voz.

Y la impotencia se convirtió en dolor, y ella comenzó a llorar, comenzó a llorar todo lo que no había llorando desde hacía tanto.

-          ¿Dónde estás? – dijo de nuevo la voz  denotando su enfado.

Ella a penas balbuceó unas palabras, y no supo si él le había colgado o si se había cortado la línea telefónica por falta de dinero.

Y entonces dejó caer todo su peso sobre la sucia pared de la cabina hasta acabar sentada y con las rodillas mojadas por las lágrimas. El tiempo pasó y ella no se cansó de llorar. El sol se escondió y a ella no le dejó de doler.

Debían ser las nueve de la noche cuando se quedó sin lágrimas apoyada sobre el cristal. Ya casi no llegaban coches a la gasolinera. Por pura inercia se levantó y comenzó a andar hacia allí, pero a penas había caminado unos metros cuando el sonido de un coche le hizo estremecerse y parar en seco.

No tuvo valor para creérselo, solo cuando escuchó su voz se dio la vuelta y lo vio allí, tan guapo y triste como aquella noche que ella le rompió el corazón. Le fallaron las fuerzas, y quizá se hubiera caído si él no la hubiera abrazado. Las lágrimas que creía agotadas volvieron a correr por su rostro con mucha más fuerza que antes. Y él la apretó contra su pecho y volvió a entretenerse acariciando su pelo, como lo había hecho tantas veces, le secó las lágrimas y cuando ella intentó probar una disculpa él la calló con un beso.

- Ya ha pasado todo. Volvamos a casa.

miércoles, 13 de junio de 2012

El primer silencio.


Pero no había que ser muy inteligente para darse cuenta: algo iba mal con ella. Podías intentar resistirte. Intentar engañarte. Cerrar los ojos y hacerte el loco. Pero era algo que se veía. Algo que resaltaba. Era algo que podías ver escondido entre los colores de sus vestidos. Detrás de los silencios que alimentaba. Entre las sábanas que evitaba. Dentro de las historias que escribió. Sobre los besos que nunca te regaló. Fuera de los sueños que inventó, y en una de aquellas sonrisas de las que te hubiera gustado escapar.

El día que se marchó lo tuviste claro. No lo dudaste en ningún momento. No preguntaste el motivo. No te sorprendió en realidad. Ya lo sabías de hace mucho, y sin embargo la ausencia de sorpresa no supuso la ausencia de dolor. ¿Quién lo hubiera dicho? Esa dulce muchacha que te robaba el sueño te rompió el corazón. Y las pistas que no habías querido leer en voz alta no eran muy optimistas acerca de la posibilidad de recuperarlo.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Es cierto.

A veces se necesita tiempo. Tiempo de estar mal. De fumar en el tejado cigarros que no son tuyos con excusas que no son ciertas. Fingir por las mañanas y llorar por las noches.

Y de repente, tiempo de cambio. Tiempo de empezar a levantarse. De recordar aquel sueño que siempre te persigue y del que siempre te alejas. Ver la oportunidad tan grande que supone las grandes lecciones que se sacan de una gran caída como esta. Ver que empezar de cero, no debe ser tan malo si ese sueño vuelve a ser la meta. Es cierto… ¿cuántas veces lo has olvidado por miedo o rutina? ¿Cuántas veces volverá para salvarte sin siquiera merecerlo? Supongo que las mismas.

martes, 6 de marzo de 2012

Le dispararon a bocajarro.

Le dispararon a bocajarro. La bala de plata se desintegró en medio de su alma y el mundo se paró un instante para después triplicar su velocidad y acabar con sus planes, anhelos y esperanzas.

Su padre le hablaba en voz en off. Mientras, su rostro se volvía tenso y su sonrisa empezaba a dibujar una mueca. Sabía que llorar era una norma no escrita que no debía transgredir y sin embargo tras un par de preguntas que le ayudaron a poner los puntos de lo que le venía encima las lágrimas cayeron incesantes.

Fue solo un momento amargo que no debía trascender. No en ese momento. Era el primer contacto con la cruz que le tocaba arrastrar. Los días que tenía por delante no le permitirían volver a mostrar debilidad a tristeza, así que se tragó las lágrimas y se esforzó en inventar sonrisas.

Sin embargo se acabó muy rápido la tregua. Cesó el ruido. Pasaron pronto aquellos días y se encontró de repente sola en su habitación sin ninguna excusa para no romper a llorar y no poner fin a su dolor.

De repente le pesaba el cuerpo y le dolían los ojos. Días y días sin otro deseo que estar tumbada en la cama. Dormir y esperar que al despertar todo hubiera cambiado. Mas su primer pensamiento tras cualquier despertar era siempre el mismo.

Nada cambiaba al abrir los ojos y sin embargo su alma cansada solo le pedía estar allí, tumbada en la cama, intentando que sus fantasmas la dejaran dormir, sumirse en un letargo de tristeza que le hacía delirar y soñar con ella. La recordaba tan guapa…con su pelo rizado y su vestido azul celeste. Casi podía verla. Tan delgada, tan frágil…Y se dio cuenta de que aun no estaba preparada, y quizá nunca lo estaría, para verla con el pañuelo de su enfermedad.

Quería hacer tantas cosas y estaba tan lejos para poder hacer alguna.

sábado, 25 de febrero de 2012

sábado

Las luces nuevas le hacían daño en los ojos, y entornarlos o intentar protegerse con su mano derecha no servía absolutamente para nada. Quizá era hora de rendirse. Quizá lo había sido antes incluso de haber empezado, y sin embargo no pensaba hacerlo nunca. Aun tan lejos de cualquier punto de referencia que pudiera servirle para salir de allí se negó a volver. No. Había tomado una decisión y no iba a echarse para atrás solo porque tenía miedo. No iba a rendirse antes de que llegara el final, como hacía siempre.

Si él sufrió tanto por ellos y nunca se rindió, ella tampoco lo iba a hacer por un poco de miedo que le estrujaba el estómago.

domingo, 12 de febrero de 2012

Sin tregua.

Sí, sí…si yo le olvido, cada día. Me destrozo, y luego me reinvento. Y cuando ya casi ha terminado vuelve a empezar. Cuando creo que no le puedo odiar más la verdad me estalla en la cara. El rencor se desvanecen y aquella canción tan triste vuelve a sonar y a doler, tanto como aquel día. Pero solo la escucho yo.

Y es que pienso que la única forma de no dar vueltas en aquel círculo es alejarme de los recuerdos.
Olvidarme de lo que siento y seguir, seguir, seguir…Tiempo, tiempo, tiempo.

Pero una noche vago por las calles mientras espero el metro que un día nos vio empezar y el tiempo deja de existir, y mis intentos se quedan en nada . Se acaba la tregua. Y todo vuelve. De nuevo. Sin que pueda hacer nada. Él vuelve. Casi lo puedo ver. Su sonrisa. Su camisa de cuadros. Sus ojos de caramelo. Su buen corazón, que nunca fue mío. Y me doy cuenta de nuevo de que intentando olvidar se me olvida cuánto le quise, y cuánto le quiero. Y me sorprende tanto como me duele, otra vez. Otra vez aquella canción. Otra vez él.

domingo, 15 de enero de 2012

Vinagre en las heridas.

Los planes que brotaron de la nueva esperanza arrojan sin querer vinagre en las heridas cada vez que piensas en él. Y te preguntas por qué. Aún te preguntas por qué... Casi es más vieja vuestra historia que tú. Y el mismo patrón que os separó sigue estructurando todos los capítulos, tiñéndolos de monotonía y desesperanza. Ya deberías conocer el porqué; te duele en el alma cuando te sientas frente al fuego y esperas el giro final, el perdón del destino. Despertar un día y que vuelva a ponerse de tu parte y te devuelva a aquella noche cuyo recuerdo ahora no supone sino más vinagre sobre heridas en carne viva.

Es tan curioso como estúpido. Es el porqué el causante de ese agudo dolor, lo único claro de todo esto, y sin embargo, esa pregunta sigue agolpándose en tu garganta y arañándote el alma.

martes, 10 de enero de 2012

La puerta estaba entreabierta

La puerta estaba entreabierta, y sin necesidad de entrar supo lo que se encontraría dentro: otro juego de la vida, otra esperanza que sería tan fugaz e inútil como su estancia allí dentro. No quería querer entrar y sin embargo quería. Y cuando en su mente tomaba una decisión, aunque fuera estúpida y sin sentido, no había más que hacer.

Abrió la puerta y la observó entonces, de espaldas, con aquel vestido de flores y sintió que había perdido. Sus delicadas manos recreaban en aquel viejo piano esa canción que hablaba de los dos, aunque ella no lo sabía. La música que llenaba la habitación impedía que la joven se percatara de su presencia y el miedo de él dar un paso más. Tragó saliva, apretó el puño y agachó la cabeza, disgustado consigo mismo.

Cuando fue a darse cuenta la música se había escapado por la ventana. Al levantar la cabeza y verla a ella, que le devolvía la mirada con la misma expresión de susto que él, supo que estaban solos y también, que aquella oportunidad que le había regalado la vida después de tantos años, se iría con él cuando pudiera recuperar la respiración y huir.

Pero entonces la pasión que sentían cada vez que estaban juntos lo envolvió. No podían dejar de mirarse. No podía mentirse a sí mismo diciéndose que le temía a algo más que a volver a dejar de verla durante tanto tiempo.

-          Cuánto tiempo- dijo ella, intentando disimular lo nerviosa que estaba.

Él rió, pero no tan fuerte como el destino, que había jugado con ellos hasta hacerles olvidar aquello que en ese momento parecía tan claro.

-          ¿Crees que fue una prueba? – preguntó él.

Ella tardó mucho en contestar, le sorprendió que por fin se acabara el teatro y dijeran lo que pensaban.

-          Si lo fue, no la superamos- dijo al fin con un halo de tristeza en la voz.

-          Yo también lo pensaba, pero estamos aquí, ¿no?

La esperanza que no quiso sentir hizo que temblara todo su cuerpo.
Él dio un paso más, quedando a tan solo un par de metros de ella.

La chica se levantó lentamente y le preguntó al chico lo que se preguntaba a ella misma desde que se había dado cuenta de su presencia:

-          ¿Por qué esta vez será diferente? El tiempo hará que lo olvidemos, o que lo queramos olvidar…

-          Puede que esta vez ya hayamos aprendido que de nada sirve- apuntó él, y entonces desafió la distancia y los planes que había entre ellos y tomándola de la cintura la besó.