miércoles, 24 de abril de 2013

Arena



No pensé que tú necesitabas salvarte aún más que yo. 

Ninguno nos dimos cuenta de la necesidad del otro. Y en vez de buscarnos cuando por fin nos encontramos, nos perdimos. Nos hicimos más daño. Sabíamos que nada podría causarnos más sufrimiento que la pérdida del uno para el otro, así que no nos embarcamos en la lucha por miedo a caer en la batalla. En vez de quitarnos la coraza, la hicimos parte de nosotros.

Cuando se apagaron las luces no gritamos, nadie corrió a salvar al otro. El orgullo no nos dejó movernos hasta que el miedo nos obligó a huir. Cuando las luces se apagaron no gritamos, preferimos morir.

El reloj nos clavó sus agujas, nos enterró bajo su arena en la desesperación. El reloj jugó con el tiempo porque no se lo impedimos, porque quizá necesitábamos sufrir así. Pero el reloj,  al cabo de los meses, nos hizo fuertes, se llevó el orgullo, aplacó el miedo. Trajo consigo la primavera, y ella volvió a encender la luz. 

Nuestros ojos pudieron ver ya con claridad, y como estaban llamados a hacer, volvieron a buscarse.

viernes, 5 de abril de 2013

Zurich

No sabía que eras tú. Lo supe cuando dijiste que te ibas.
Las vueltas que da la vida. Yo que siempre me quejé de eso. De los que me buscaban cuando me había ido. De los que no sabían cuánto me querían hasta que me perdían. Yo que tanto me quejaba, te reconocí cuando era demasiado tarde.
Me hubiera gustado que el motivo de tu marcha hubiera sido otro. Hubiera preferido que te fueras por mi error, mi tardanza o mi orgullo. Me hubiera dolido menos que saber que hubieras perdonado mi ceguera, que tú no me tenías miedo, que tú no te irías.
Que no te irías, que no me dejarías, que serías tú. Que serías tú si la vida te dejara quedarte. Pero no te deja, así que te vas. Te vas y me dejas. Me dejas dándome cuenta de que me importabas mucho más de lo que estaba dispuesta a reconocer.
Me dejas rozando aquello que me prometieron tus labios. Porque al final hubo beso, tarde e inservible, pero lo hubo.
Te hubiera pedido que te quedaras si hubiera creído que tenía derecho a hacerlo. Pero no lo tenía. Después de todo no tenía ningún derecho a pedírtelo aunque tú hubieras pasado por alto ese detalle con tal de escucharme pedírtelo. No te lo pedí porque sabía que esta vez yo merecía perder, merecía perderte aunque me matara.

martes, 2 de abril de 2013

Garabatos




Era paradójico. No me quedaban fuerzas para seguir, pero no tenía cojones para rendirme.


Aunque llegara luego el invierno al burlarse de mí si perdía como siempre. Tenía que dejar de engañarme, tenía que dejar de esconderme y salir a buscarte. Tenía que intentarlo, prefería ser un tonto iluso que ser cobarde.