domingo, 24 de marzo de 2013

Recelo.


Pero no se fue. Se quedó observándola.
La observó mientras ella no quería mirarle. No quería mirarle porque intentaba mostrar una indiferencia que en realidad no sentía. 


Solo estaba esperando que se fuera para volver a hurgar en otra herida. En una más profunda y vieja en la que ya no había que hurgar. Hacerlo había perdido el sentido, y ella el sentimiento. Pero lo haría con tal de lograr así olvidarse de la nueva, la que él le dejaría cuando aceptara cumplir su disposición. 

“Quiero que te vayas” había dicho. Pero él sabía que no era verdad. No del todo. Solo a medias. Solo a medias porque, en realidad, lo que la chica quería decir era que, puesto que estaba segura de que no se iba a quedar para siempre, se fuera lo antes posible. Quería creer que así la nueva herida no sería tan profunda como tantas otras.


Prefería, a poder ser, un poco más de tiempo antes de que le volvieran a romper el corazón.

Prefería dejarlo marchar ahora que tener que verlo mientras lo hacía dentro de un tiempo.

viernes, 22 de marzo de 2013

Desengaño



Le pregunté y me dijo que no le preguntara. Que no me importara que le importe.

Me dijo que tú quizá puedas salvarme, y que no me preocupe ahora porque a ti te preocupe no poder hacerlo.


Me dije que no te quedarías, que ya te querías ir y aún no habías venido. Me dije entonces que era porque no tenías que quedarte, porque no eras tú.

miércoles, 20 de marzo de 2013

marzo


Era la primera vez que volvía a casa como forma de huir. Siempre había sido al revés. 


Quizá era porque en aquella ocasión se había tomado demasiado en serio aquello de sacarlo de su vida y para ello había pasado demasiado tiempo fuera.


A pesar de que había sido su deseo, comprobar que su plan se había cumplido no dejaba de ser extraño. Era extraño que hubiera aguantado tanto tiempo lejos, tanto tiempo sin verlo, tanto tiempo sin pensarlo. Era extraño que lo que más quisiera al llegar no fuera ir a buscarlo. Era extraño que ya no le importara perder.


Y sin embargo lo más extraño era que aquellos meses le hubieran hablado de él sin decir su nombre. Con una nueva historia que acababa antes de empezar, con la misma moraleja que tanto le costaba entender. Era aquello de que a veces dejas escapar algo, y eso no significa que no lo quieras.


Hacía meses que le había declarado la guerra a las señales, y aún así se preguntaba por qué la vida siempre la dejaba volver a casa, a él. Por qué no le dejaba mirar de nuevo su historia y poder enfadarse porque al final él salió corriendo. Por qué en cada giro que daba se empeñaba en enseñarle que él no era el peor, que no era el único que tenía miedo, que a veces dejas escapar algo, y eso no significa que no lo quieras.