miércoles, 23 de enero de 2013

Tantas veces.

A veces creo escucharte llamando a mi puerta. A veces, tantas veces…
Dentro de mí algo se acelera. Y entonces, con todo el disimulo y la dignidad de los que soy capaz, pierdo los papeles. Pongo la mano en el pomo con más ansia de la que le gustaría a mi orgullo, y por fin lo giro y abro.
Yo siempre abro, pero nunca eres tú. A veces es otro, y a veces, tantas veces, son los recuerdos. Los que por desgracia o por fortuna sólo vienen de visita. Y yo los dejo pasar. Permito que me claven un poco más la espina en la herida a cambio de que me hablen de ti un rato. Y ellos, cómo no, cumplen con su cometido y luego se escapan por la ventana cuando me doy la vuelta.
A veces creo que me lo he inventado. A veces, tantas veces, sé que lo hago porque es el único consuelo que puedo tener cuando abro y no estás.

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